LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA

02.08.2012 18:30

En España nunca se completó una auténtica transición y, menos aún, se instauró un nuevo régimen democrático. Simplemente se trató de darle apariencia de modernidad y apertura pero, sin la realización de un verdadero cambio en el talante de los gobernantes… Se recuperó una monarquía que era clara heredera del franquismo y, con ella, se abandonaron las seculares aspiraciones de la izquierda al restablecimiento de la República. No olvidemos que la dictadura fue consecuencia de un golpe de estado franquista y subsiguiente guerra civil. Debe quedar bien claro que hubiera sido mucho más legítima una República que la  Monarquía que Franco se vio obligado a restaurar ante su inminente final. Por otra parte, era comprensible que en los primeros momentos de desconcierto y miedo por un probable levantamiento militar se obviara un hecho tan fundamental. Desconcierto que era comprensible que ocurriera durante años si tenemos en cuenta el fallido golpe de estado de 1981. Sin embargo, las izquierdas no abandonaron temporalmente este legítimo derecho sino que sucumbieron al discurso oficialista del ensalzamiento de la transición pacífica de la dictadura a la democracia.

 

La realidad era muy otra, ya que pudo realizarse esa supuesta transición merced al abandono definitivo de los antiguos ideales de las izquierdas. Los sindicatos, que habían abanderado los derechos de los trabajadores en el pasado, se aburguesaron rápidamente teniendo en la práctica una función  testimonial. Se podría decir que llegaron a ser los sindicatos verticales de la “democracia”.

 

Como consecuencia de la instauración de la Monarquía se aprobó una Constitución en la que se otorga al monarca un régimen parecido al de un dios ya que no se le  supone responsable de sus actos. Y en la que se establece una asignación para la Casa Real que viene consignada en los presupuestos anuales y, sobre la que no se establece el más mínimo control. En la misma Constitución se aboga por la separación de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial aunque, si se lee con más detenimiento por ejemplo, el capítulo sobre la forma de elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial observamos que, en un porcentaje nada despreciable son elegidos por el Gobierno. Se podría decir que, en la lectura de la “Carta Magna” se observa no pocas contradicciones y que, en realidad, está llena de una ambigüedad muy oportuna. Se trataba de decir una cosa y la contraria al mismo tiempo de forma que, en el discurso aparente se está manifestando una realidad y en  el discurso real exactamente la contraria. Sí, realmente, es una Constitución de la “transición” que sancionada en el  año 1978 no se ha vuelto a modificar más que por la vía exprés, a espaldas del pueblo, que en su momento sí fue consultado.

 

Como país entero lo que está en severa quiebra son los propios cimientos de nuestro edificio que se construyó a espaldas de las víctimas del bando republicano. La amnistía de 1977 que se aprobó con mucha alegría trataba de evitar el pasado espinoso pero esa amnistía tampoco fue nunca revisada. El juez Garzón, en fechas recientes, miró en esa dirección pero toda una cohorte de emponzoñados jueces y magistrados se lo impidió. Se ha querido ignorar y negar la realidad de nuestro pueblo… la de aquellos españoles que lucharon también por lo que creían pero que, estuvieron en el bando perdedor. Como bien sabemos, la historia la escriben los vencedores así que durante todo nuestro pasado reciente se nos ha dado una visión parcial, edulcorada y arrogante también de nuestra importancia en el mundo. No lo hicimos tan bien durante la transición. La violencia que no mostramos de manera abierta ha sido permanentemente puesta en práctica por los sucesivos gobiernos muy bien entrenados por la joven Europa, a la que había que pertenecer a toda costa.

 

De una vez por todas, hay que hablar de que existe violencia cuando a un pueblo se le priva de su soberanía en asuntos que les concierne muy vivamente… cuando sólo se les tiene en cuenta para conseguir el voto necesario cada cuatro años… Existe violencia también cuando no se tienen en cuenta las quejas y manifestaciones legítimas ante la realidad que tantas personas viven. Cuando a las personas se las condena a niveles de pobreza, se las niega el acceso a recursos básicos para otorgárselos a los más favorecidos y cuando se les pide esfuerzos desproporcionados se está abusando severamente de las personas. Sólo es cuestión de tiempo que reaccionen… como puedan… porque, desde mi punto de vista, vale más morir de pie que vivir de rodillas.

 

Esa violencia se puede perfectamente considerar un genocidio puesto que mata… eso sí, lentamente. Los salvajes recortes recientemente aprobados a espaldas del pueblo son una muestra clarísima de terrorismo de estado. El lenguaje eufemístico que se utiliza en los medios de comunicación y por los propios políticos es otra forma de terrorismo porque buscan una confusión muy interesada y, todo el mundo sabe, que la confusión paraliza e impide la acción. Lo primero que se necesita para realizar cualquier acción es tomar conciencia de la situación y para eso es necesaria una gran dosis de claridad… es decir, hablar claro y sin ambigüedades. Este artículo es un intento de hacer esto mismo ya que llevo tiempo observando entre los llamados “analistas políticos y económicos” el mismo tipo de discurso oscurantista que distrae y aburre a partes iguales. Analistas que, incluso se sienten inclinados hacia la izquierda. Hasta los términos “izquierda y derecha” han perdido su significado ancestral. Ahora la derecha es en realidad, la extrema derecha y la izquierda sería la derecha. Me refiero a los partidos mayoritarios.

 

Volviendo a la transición no se puede olvidar un aspecto de suma importancia para toda democracia que se precie y es el de la alternancia política. En los años de la transición se aprueba una ley electoral que favorece el bipartidismo cuya reforma hacia un modelo alternativo más ajustado para todos los partidos también para los minoritarios nunca llega a plantearse.  Así pues, nuestra democracia está construida sobre arenas movedizas.

 

Como dije más arriba, la transición tal y como fue gestionada, sólo fue posible gracias al abandono deliberado de las luchas y los valores que ostentaron en el pasado las organizaciones sindicales y los partidos de la izquierda. Durante muchos años vivimos una suerte de delirios de grandeza otorgándonos una importancia que no teníamos por haber realizado una transición sin derramamiento de sangre. Pero fue una transición sobre el papel, irreal, sin planificar… seguimos una ruta sospechosamente parecida a la dictadura que nos precedió y con sus mismas bases. Sólo le dimos un poco de barniz para que pareciese otra cosa.

 

El tiempo no obstante nos está poniendo en nuestro sitio. Primero, porque no somos importantes en Europa como se puede desprender de la imagen de “familia” del G20 en la que aparece el Presidente Rajoy, buscando una mirada y unas palabras de cualquier otro homólogo… Realmente, no somos importantes por mucho que estemos en la zona euro. Simplemente, nos empeñamos en darnos importancia y no tuvimos en consideración que nuestra historia pasada es distintiva respecto de la de nuestros vecinos… que nosotros tuvimos nuestra propia guerra civil y ellos compartieron, en cambio, el mismo destino con dos guerras mundiales.

 

Por mi parte, yo no quiero formar parte de un club que otorga poderes ilimitados a ladrones y explotadores mientras ataca con extremada virulencia a sus propios conciudadanos olvidando que están a su servicio y no, al servicio de los mercaderes de esclavos.

 

Yo abogo por recuperar nuestra dignidad como pueblo, por el abandono de un euro que no nos ha traído más que disgustos… por la recuperación de nuestra soberanía nacional… abogo por la adopción de leyes verdaderamente progresistas y por estrategias de cooperación en lugar de la criminal competición actual.

 

 

 

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